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domingo, 13 de marzo de 2011

Antonio Alfeca - Definitiva Nube - Sevilla 2000

Autores en KulturArt: Poesía

Antonio Alfeca   Margen Cero: Almiar   e-mail
 
                                                 
   
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Inauguración
Cuando la sed me puede te veo realizada, casi rodeando un tesoro
en la celeste bóveda que se va escapando.
Te perfilas como un manto que resoles danza
y mi suave elefante se disuelve como las cortezas
mientras le llueves esponja para sorber océanos y brillarlos por el iris.

Tu afiche o náufraga agujita clavada en el momento
tan difícil de ahincar cuando el norte es menos norte;
el magma rotundo de los colores; las presencias, tan formidables
como negra escarcha o un paladar apagado.

Y pareces lavarlo todo en tu húmeda espesura informe,
a ti cayendo y sintiendo desde ti
el bostezo púrpura de los años;
y te apartas para que te cumpla el fulgor instante
de vivir, morir y todo lo contrario.           



Oculto
Nube gris traje reflejado en un espejo,
nube tan cargada como el sueño matutino
que se deshace turbión en un vaso oscuro
donde ignoradamente vivo continúa olvido sin desmemoria.

Grávida cárcel cuando miras los ojos indiscutibles,
los teoremas imborrables como sinvacíos,
vapores consumados, perfectos
como la línea que no acierta a deslindarlos.

Morirás algún día dejándote caer maná, flechas,
simple agua que se miente y se rehace
mientras al otro lado queda el hueco
salado que a cada instante abres.

Escaleras de mar renuevan empellones,
baldas de mercurio, lunas y lunas,
jamás columnas de suelo o habitación desesperada,
jamás tierra, pie, hueso, grabado laberinto
ni rastro de oído y de su lengua
ni siquiera el aquilón de mármol
que en extremo congrega la sed del azogue,
esa nublada vista que nos contempla
nadas desde ninguna parte.
UN ojo que no ves y no te ve: crea.
Una pulpa que tiñ e diferencia
y los dientes que ella siempre ha deseado
en su hueco habitual e inverosímil.

No mediaba un pájaro de sospecha
entre la ventana y el primer momento.
Pasado imperfecto (canté, mentí),
oscura luz de los pesares que has gozado,
bruma por el puente que no avisa
cuándo el agua es un mármol o suspiro.
 

Remonta el esmeril absurdo como un mundo, ama
sobre la dolorosa tonelada que vives
hasta que el vapor te ciegue si ojos acaso,
si acaso tú, colchón y roca,
paladar que duerme o habita en el asombro.
   Fe
Pero el cielo tiene una punzada; más da que galope
al cielo impenetrablemente verde,
a púas de sal para escaleras descalzas. Sabes
que el llanto puede acudir como un asombro que ciega,
con su autobús vacío, con esa telilla tan cierta
que disuelve la voz de la espesura y tapia a un niñ o oscuro
después de haber mordido pechos cansados, viejos almanaques,
la penumbra que late en la buhardilla.

Si un caracol te puebla, lloverá la sed del misterio
y será hermoso ser para ningún ciego el absoluto
y será el rechinar de dientes para quienes ver parecen
una estampa que no puede subir más allá de su pared
o el fuego clavado de un proyectil y su catapulta:
la ventana está llena de cualquier luz
y la luz lava sin permiso las cosas
al cabo aladas como un soplo.







Nubes sutiles, traslúcido lecho,
goznes que en su ser de agua soplan sin lugar
a todo lo ciego salvo en el breve punto
en que se pulula y se mata o amor existe.

Allí los innúmeros frutos que esconden algún vidrio pergeñado,
la sólida voz de las luciérnagas para que vuelva Luego;
alféizar o esperanza, el caracol naciente;
pájaros quizá con un punto de escarcha
que devoran la luz del olvido constante
y una serpiente que mientras copula piensa.

Tal vez los libros se revuelcan en plazas o arcillas
o rehacen la exacta coordenada milésima
tan fehacientes, tan de verdad verídica,
tan de cristal totalmente acabado;
mas el renglón desconocido posee sólo su altar
donde ni almas de sacrificio moran
ni el embrión müerto de las ausencias
ni la boca de la boca que engulle
ni un ojo para el sincolor insomne
mientras ellas siguen tensamente dulces
arraigando un hoy ya no para mañana.

               










Paraguas
Apuntar al cielo no es suplica o mortal estoque ni ansia siquieracomo un corazón asida, ni tampoco la absoluta certidumbre de que losotoños van a derramarse.
Si arriba empuñas, no látigo ni sable; si sometes, no cualidad detrébede cansado ni metrónomo en calles mojadas ni árbol amparando elfrágil tesoro de los días.
¿Te protege de tu mar cayendo como un miedo? -él, temblorosa rosade radios equidistantes-; ¿te protege de tu dorada risa que de repentecruje y repica como un recuerdo amortecido? -allá allá muy arriba,donde cada lugar perdió el sentido y pensar es tan aroma como tortuga-.
Déjalo, déjalo a su olvido y silencio meditando un golpe henchidoen la tormenta, meditando la pausa voraz de los días en la certeza deque nadarás tu caballo o tu ave del paraíso o tus hojas como dócilescadáveres de sueño.
 

No volver
Mas tierra se evapora ahíta de surcos y vertederas, luces que noacaban de caber en su sumidero entre el cristal y el azogue, luces quemás no son clarines, sinfonías alertas, escaleras que lo son mientrassu subida mientes.
Dónde el detalle de la duna como un cuerpo, como un rientetumulto, su jacinto o su cisne que alucina al encanto, los velocesolivos que dejan un sabor en la pupila, la pupila señuelo de losseñuelos tras la cual los minutos viajaban como cuerpos o su sombra.
Más vapor, más luciérnagas brotando carmines vencidos, la cancióndurable para oídos ningunos con clave en tú mientras se confunden ydevoran las huellas del mundo, las cruces, esos trofeos gastados por elhambre que pende sobre tu cabeza.
Tu pelo muerto como un vientre recién nacido, tu visaje comohiedra desaparecida si no te olvidas de cuándo, si olvidas, si al finalno hay más que olvido y si te unes ya sólo unes, ya unión sólo existemás que nube extendiéndose infinita con el vigor insospechado delpenúltimo beso.

     
   Nube tras nube
Más rápida que el ojo, más cierta que una losa, más perdida que lasombra de un torrente, más sin tierra que una estrella engullida caminala nube como con miedo a pisar nada.
Sin años para vestir toda la pena ni para ensillar el torbellino osu firmamento, la luz que la acompaña es otra de otra, y tras la dudapasa.
Colores parece, y pinta y regala iris por detrás de su indómitaaltura con riesgo de no ser o estar o pretérito anterior o fugaanticipada.
¿Y qué le será la muerte más que pasar ella misma removiendo uninútil antes que cielo y sentir que a un lado las hormigas vuelan,serpean, circulan o duermen incluso?
Te pienso. Ya eres la entraña de un caracol insomne tejiendo odestejiendo los caminos. Y no hay demora ni roce ni aun párpado que seresigna: nomás agua en que aún has muerto, sueño que ayer matas ymatas.
 

Primera nebulosa
Saberte recuerdo o pulpa en las manos sigue abriendo fauces oecuaciones. Contadores severos rugen túneles en el aire. Tú sólo mirasy discurres silenciosa.
Tú con la gracia incógnita de limpio que no acierta a cumplir losmomentos, que corretea sin moverse y en algún punto atina a morderse. Ynace
Si las arenas supieran... Pero sólo se mueven. Son múltiplos de unpretérito perfecto. Tú promesa inacabada de los mundos, caracola de loshumos que adivino y los días petrificados. Detenerse,
ascender quizá o sumirse en la flor sin la sensación de nisiquiera tenerse, tocar el sabor y el océano baliza de un simpledesnacer o un desentierro,
y tú ríes o besas con certeza inalcanzable, la que pensaré cuandoviví el primer vientre y sus duras aguas que rencuentras escapando.Espuma, espuma. No sé cómo te llamé tú, sólo te llamo.            

La nube no habita el cielo aunque séptimo sea mientras tú crees ver croar en el estanque algo como un hilo de luz. Friso altorrelieve perdido entre el polvo casi tal como el que aún tocas o acto que semejas, la vida de una concha fuera de su caracol manando ángel o fuego desmadejado.
No cuentes, que yerras con los ojos y con los dedos que manejan la vez de la bruma; que respiras lo que un acero partir parece y no hay más corazón que los diluvios.
Si la aurora te tocó légamo o contrafuerte de un viento que no hallarás más allá de los pinares tal vez sólo des en vasija cierta o en compás tan sumamente delimitado que, cuando ya no puedas decir ni yo, lo considerarás absurdo como tu carne, absoluto, concreto.
Advierte, date vuelta, yérguete de lo que está brillando, no aguardes el tallo fatal de las lluvias para copa trenzada de primer cieno. Y ante todo, olvida lo leído.
 

Nubes, paisajes
Recrearse en la pestaña o el guiño, la vidamuerte. Nacer camino de la mañana, fría como un rostro casi ajeno y ganarse eterno insecto de ámbar en algún cajón de sí: un logro.
'Esto es, esto es la nube', sostienes con la terquedad de una pupila inmóvil contemplando tras el pilar la columna, los dudosos penachos de la arena sólida entretanto.
Y tu dedo pasa con huella de soplo mientras sólo es capaz de apuntar vapores, cúmulos que llueven o corren o desbastan tu piedra gris como un señuelo. Tú los sigues
cuando ya es muy tarde para morir y saltar perlas de una fuente, de la insólita axila del estiércol, y descubrir que las nubes son peras o cuchillos o tienen pecho como la luna y que siempre besan sin tocarte.

  

Tras las nubes

A Concha Pino, alma de muchos
Cuando la luz dudosa de un enero se aclara y no asiste ni la sombra de un cirro hay un cielo que late abigarrado y verde, una savia que inspirada circula.
Si se va, galopa pétalo o hito sin trica en el lugar que cimentó solamente tu querencia; pero ése es el norte de lo encapotado, la victoria tras victoria con que brillas.
Allí hay vergeles o vientos o los besos son muchedumbre; allí cuando miras y un desigual coro no se perpetra en la calle y, si te abandonas, sólo emigras de un humo gris y de las ruedas que llevan siempre a alguna parte.
Tener es una osadía; ser, una nube que jamás abre. Si tenemos y somos, sólo pensamos y contemplamos el inmóvil sauce sin fluido disecado en un agua que se hinca.
Como dios intermitente vive, como el pensamiento cercado menos en su aroma, y olvídate del plomo que las raíces, semejando iris, proyectan en tu torno.
 

Gemelas
Una, otra nube, la misma. O quizá una otra misma segunda. Todas viaje de la estrella o navaja o fruto incluso. En una palabra, nube. Nube que se quiebra.
O su puzle, no sabría decir. Ni todas las tempestades me lo indicarían, todo lo más una certeza absoluta, o dos. La certeza se parece extraordinariamente a un ser vivo; sí, se parece.
Pero no hay indiferencia del espejo en esquirlas, del mirador que se te muestra como un mundo cuando te sientes y quiere la luz hermanarte en dorada intermitencia. Y vives.
Vapores resumidos: estás y estás. Dónde comienza el latir, dónde termina como silbido que tocas, como caricia que escuchas tú, contigo.
Decide entre la indistinta bruma: que muera a una señal del pecho desatado en resoles. El firmamento acabado. Tragaluz que despide y congrega.   
       
Nube quieta
Estrato de la tarde que deviene la tierra misma,
manto que no acaba de ponerse aunque estés al torno,
dintel mientras el iris lo niega
con un carmesí cerrado y espeso. Casi adiós.

Un punto para reverdecer en su sepulcro
los labios de un jacinto ensoñado,
el pasillo que contempla, y es color
y bisagra camaleónica del tiempo.

Tan perfectamente extendida y tan tersa yace
que entre las dudas dudo de su existencia
sin un dios que la consagre flor de pan.
Quizás ayer o ahora. Más tarde.

Con su abierto cuchillo camina
donde no hay pérdida o posible. La voz
se desfleca total, un ciego cruento
tan semejante a tu impenetrable paso.

Haber muerto antes del fatal golpe. El mundo
da vuelta a la estaca: ya no está.
Y el viejo madroño saluda
al hueco súbito de la noche,
la oscuridad completa del momento.
 

Tormenta y calma
Granito sobre ti, mausoleo de la hora.
Tan cierto y sin luz, que dudas de haber muerto.
El mar o mente de abandono que miras con el soslayo
de un acechado cuerpo sin abrigo.

Olas que en su ímpetu semejan aludes
o el diástole implacable de un niño,
olas de lo alto que entre sus blancos
minutos se sumen o sepultan.

Al punto el cielo dardea con fe desesperada de ponto;
todo él es una agonía o no es o no parece.
¿Fue piedra acaso? Alguien lo quiso:
ya estallido, diáspora, tañer de peces y perlas, nimbo ermitaño.

El espejo vacío completa el iris.
Mejor: el espejo se vacía de sí,
la sima infinita en la mirada,
la roca impasible del árbol.

La saciedad de las hojas abre el paso de la rama
y pende un fruto azul y erizado.
Acércate si hay lugar: te extrañas, te pareces. Al fin, te reconoces.

¿Qué se hizo de la nube donde aun el mar se olvida?
    El último cirro
Puede no haber cielo suficiente para ese milagro
cuando una casa es casa o las calles son ciertas
y la piel es un presunto calor que nos alberga
y el sol un pájaro azul que nos admira.

Ni montaña ni laureles de cuando tú y yo vibrábamos,
cantábamos aire o brotábamos sueño
y él ya existía como un inicio presagio
mientras la luz lo poblaba casi sin importarle.

Como la voz repetida de un amplio salón,
sin embargo dios a sí mismo devorado.
Tan espuma para un mar continuo,
tan planta irrepetible para lo que en pie se sueña.

Allá esa altura de niebla impensable
al mediodía que semeja resabio
y al azul que casi está magia
de haber aprendido qué azar es cuando.

Si dices que desapareció mientes
mientras divisaste su agonía, su momento a otro,
pues siempre que lo ves reside su fosa en tu pupila;
y al acabarse ya para nunca
se aproxima niño de ámbar o noticia que regresa.
 

Caminan las nubes, el mundo gira
No sé si es voluta traslúcida la que impele al haz de la piedra en atanor de espesura
o aroma el que hace brincar los muros del castillo.
No lo sé, sólo lo siento.
No sé si es la luz convertida en gris proyector
lo que devuelve sillas clavadas del iris
que te niegas a ser, porque andas.

Y entretanto el nautilo desentrañado bulle en tu cabeza
porque el león por el cielo se asemeja a cada cosa
y muere con coraje fatal de estrella
y muere aun en el nubilunio que detienes.

Sí, paras con tu mano imparable de Josué casi invicto
y tu paso a punto de hacerse estaca
clavando, sí, la mirada de un hito a otro,
aun con la entraña veloz de víctima que se presiente.

Eppur si muove.
En la sabia buhardilla goza el minuto dejando inefable su niebla,
su luz condensada y secreta o roce de celindo niño como un soplo;
¿no notas aún rumor de cirros en la claraboya?
Desfilan voz de arena, de elefante transparente;
no sé. O a un viento que los pies rotan.
Contempla el cielo, y mueve.
               Mediodía.
Si había un sol debió ser éste
que no se puede ver sino en amarra de carne,
despejada estrella para cuando la lluvia llegue o diga
el rielar del suelo aferrado a tu mirada,
pantalla, caleidoscopio, quizá presencias, barros.

No hay lugar para más brillo en tu cabeza manzana:
la sangre se te transparenta y pueblas la fuente.
Serás niño o mar colgado si es que müeres,
si la verdad traspasa la calle apenas presentida,
la hornacina donde viven tus billetes gastados.

Pulsas, te remueves; en una palabra, revientas
velos, puertas, la propia luz como un inicio.
Despegarte cuando un cúmulo te imponga algún olvido,
despedazarte si es que el temporal está sumido en grises dudas
tan formidables como el iris que les finge absolutos.

Y no habrá paño que embote el mediano herir
en que la pureza trabaja como un gusano devoracartas.
Llegar a la plaza abierta como un himno
que sólo puede ser aniquilado
con una nube total, definitiva.

En la luna rueda el agua.
 

Nubes, agua, cuando niño
No en de cúbito supino: tumbado boca arriba,
si es que hay boca adónde. Todo era lo mismo:
un ombligo al aire, una sábana, una máquina de tricotar,
los dientes guardados, el hormigón haciendo de suelo,
el jaramago, el vaho de las areniscas que, tan impasibles,
aguardaban en su frontón. Y antes del poema,
por decir antes, no había nada;
quizá la abuela, la adorada giba, su olor a cirro chamuscado
casi de agosto. Y tal vez, tumbado, la noté pasar y anunciarse,
despedirse aun latiendo como un coral.
Salir, salir y sentir allá la peramiel tras la sierra,
sentir que el algodón transcurre grave y acaba mármol,
ráfaga, arena fresca y triste de lluvia.
Y antes de que las gotas sorprendentes licuasen las venas
y de que el arco iris sentase desmentido o pancarta
buscaba el vientre y su tejado de fuego
para vapor dulce estando cristal de mirada.
La madre aún aguarda ya duna volátil,
ya rastro, ya distinto.
Y arroscado en ovillo sobre mí
descubrí el océano y su llama.
                         Más que ceguera
Ah, poder pasar alguna vez por sapo muerto
para perder la vista!
Quizá mi pupila no me deje ver la yerba
ni siquiera la nube que la está cegando.
Estanque, estanque súbdito y arrepentido,
un croar enceguecedor de almas.
La miseria pasa por viento fluorescente
de dinteles veloces como un sonido que no piensa
y rïela indistinto mortero.
Árbol más increíble cuando el cielo promete cúpula
y en estrábico libro se proyecta o en sepultura coja
donde danza imperfecta la armonía
con una simiente de niebla.
Oír, haber oído: monotonía, recuerdo,
puñal hasta el fondo de un batracio respiro fruto;
¡ah, pero no ver el nublo desencendido de la noche
ni cuándo se desesperará en cauce
ni el rumor desentendido que sabes
en los vítreos cuerpos que ya no mienten;
ay, cómo yende el vapor la musgosa sima,
la penumbra del costado que desaparece!
 

Amanecer, algo de paz
Parece que la transparencia se ha hecho campeadora
y que no importa meditar abajo calle eterna.
Ni rastro de nube o de lejanísimo cirro
o anécdota de incierto derramada.
Las líneas inmemoriales que no acertó el cielo
rectamente trazan su redondez
y en su traelleva inconmovible no habrá lugar a la duda
de que la mano es un llover presunto y desconocido
que alterará de momento al madroño donde siempre habita la
paloma,
a la invencible saciedad de los cuerpos yacentes.
Pero esos cinco tactos me avivaron. Y nací
de un inmenso error del ojo como una aurora,
de esa enorme legaña que laten los objetos
pidiendo junto al pálpito distancia. Y me advertí.
¿No notas el remolino incansable, el muelle de reloj como si tal
cosa?
Por detrás del morir los oirías estirándote
como yo, aquí y ahora ausente,
con tajadora piel de lo increíble.
Y al través cristal, vapor, sangreviva,
la sombra calando aguas en el renglón del arriate.
Afuera, orondo, despejado, el sol. Eso parece.  
Por doquier, nube

Perderte y reconocer ojo o espejo en tanto hilos de bruma
acechan
y forman en la extrema sed tu tejido casi real de tan húmedo a la
caricia,
libro de todos los torrentes, paradoja esperada.
Las moradas acogen una suerte de infinitos trizos de cascada que
similuz devuelven
como una compasión o captada vidamuerte.
Lo que es algodón o piedra no es. Quizá se desviste,
quizá lo quisimos lento ardor de profecía,
furia en algún acto condensada.
No llueve para no saber, para que el día
no decaiga de su convencido andamio
y seguir fingiendo tu yo, la frágil
esponja que constituye, el sauce
que sólo sabe alzarse o hundirse.
Engaño virgen sorbo a sorbo: propio engaño
en lecho de mar caediza a chorros.
Y enjuga, no sea que sorprendas el abdomen vacío del alba,
su cruel piedad de estío
viendo en la dorada almena,
en el coral consumado,
en la hojareda lozana
cómo en tanto vas y te evaporas.
 

Gravedad
El peso permanece y urge cuando lo quieres,
el anhelo es un disparo azul e indistinguible.
Dulce y condensada como un bocado furtivo,
luz tamizada tan con este carrusel
de adioses de corazón que llaman memoria, rostro.
Voz en medio de planeta y astro, de soplo muerto en caracola,
diferente como la espuma de un mar reproducido
donde ciudad ni su palabra existen
y ninguna razón la pronuncia, y se llama voz.
No te excuses de pasar o quedarte,
de que el granito lo sea por un momento,
de que fuego se descubra o pantalla en que vives
o río que, de continuo, se engaña cuando el viento le piensa la
corriente.
Entre el hueco de la red y el respiro sordo del arrecife
bulle el cristal sin parada y con muerte
de azar en el haz de los caminos
quizases de un hierro que nadie trata.
El cielo no es fácil si elevarse o hundirse no es moverse,
si el vapor es el rizo de los gestos
que vibran como tenues aparecidos
y que hoy, aquí, te aplastan.

          
Un nuevo día digno de recuerdo

"It's a brand new day" STING
Si has descubierto que el sol no tiene centro, ¿cómo delimitar la
luz?
¿Cómo adjudicar severa arista a la curvatura?
Yo no necesité comprobaciones: supe desde pronto
que tú eres onda. Me remonté
donde la realidad parece perderse -Aristófanes,
sus nubes-. Y en tal caso,
lo idóneo se derrite en una jarra de leche
y tú adivinas tu filo inefablemente curvo
justo en tu algodón o sorpresa o cortina.
¿A quién vas a vender el prodigio del surtidor del que ni la luz
reconoces?
¿A quién la espadaña, hecha en el disolverse?
Cuando miras es grabar sentencias sobre la madeja de las aguas,
es alud de interminable ovillo, babosa
hecha para remontar el universo:
la tez milagrosa como azalea; los gorriones que, entre los
naranjos,
todo lo comen y pían sin saber adónde.
Mas, ¿cómo pude tener la osadía de verte, de ni siquiera
nombrarte,
de regalar preguntas al vaso vacío, de mentar pizcos de mundo?
Acaso rezo, que es como memoria,
por la sed de tu continuo reverbero.
Mientras te reflejo, la cama se niebla oscura.

Maran atha. Y sólo otra vez amanece.
 

Sin-vivir
¿Cuántas lunas te defenderán de una verdad imposible a la vista
mientras desconfías de no ver aparecer la nube,
cuánto será el cordel y cuán grueso
para no surcar la sed de un nuevo viaje?

Lee y estudia la noche de bella muerte
elongado de ti como un rezo, los signos
sobre la piel ausente de ella. Aprende
lo que ellos jamás dicen porque les falta boca, tintero.

A ti mismo te faltan. Quien escribe
es tu neblinoso reflejo, quien auténticamente
te habla. Evaporándose un dedo, un brazo,
el vientre de tanto sueño, el pecho, los ojos,
hasta el reseco cráneo. Ésa es la cuestión.
Pero amarra el verbo, el sentido
que eriza el vello y lo vuelve más que alma.

Sólo entonces vuelas. No habrá más búsqueda,
no la hay. Todo es completamente
incompleto. Amas nube
como quien queda espejos distintos,
y al fin la entraña sabe.

Detrás de la esquina esperan los vivos.
Sequía
Pasa tanto cielo que ya no sabes a qué llamar bonanza
y parece aliento el reconsiderar la bruma
aquella dentro de la cual todo era regalo,
el presentir o atisbo de inconclusa profecía.

Formas, piedra, increíble milagro
para el tajo que se descarga como vista,
tan a la grávida raíz de los escalones
que duele lo que calles o personas parece
o el afilado perfil de los parques.

Si la hierba o el madroño se agostan, mienten o mueren
o acarician o visten ciego aroma y signo
de que una aguja sola los adhiere
a un punto del azar y nebulosa.

Los pasos que me latieron son los que discurren
con su compás ajedrezado,
suicida madre del día.
Un vientre seco alimenta el camino
que el desaparecer resiste.

Pasa nítido brocado el firmamento. Y no importa
si en su penúltimo espejo de agua
me hallo -¡oh memoria!-
nube sembrando paraíso.
 

La gran nube
Cirro denso y cuajado como un ponto
y cual él la humana sangre hecha columna
matando el instante de la sal y la arena;

¿de dónde te viene la quemante veta
que pone mármol en la noche sin vía
y pies donde apenas llega el pensamiento?

Cuando quiero mirar, no hallo la clara
brecha que sólo da el nacer
y un agualumbre que sin tocar se siente;

pero nazco donde la recta senda giro
sin notar el tendón de la luz, el eje
que a ti te atraviesa, hermano, como a mí.

Así somos la inescrutable medida
que en lo húmedo pone alada corona
o un tornasol presentido o carneviento.

Tan fuera de mí ya el adentro mío
que no sé de ti ni de las estrellas
que se reencuentran en nada,

y llegar. Siempre estamos llegando
templo de gasa, caracola de fuego,
océano volador. He visto.
          El velo de Isis
Sé que no es el último por más que la tierra inunde en su caída
y que el pez no volará si en exceso lo amamantas
y a las olas les prestas eco de plateada sepultura.
Nunca se está del todo ciego para ver
un manto de menos donde el vacío sobra,
antesala, escalinata, peristilo impenetrable
si en la siemprepuerta te obstinas.
Seis pezones inminentes te impregnan sentidos
buscando celeste lucha, distinto de distinto
que en el gemelarse encuentra reposo.
Mas nunca estás vestida o desnuda: los setos, el verdor de un
árbol si último quedara,
celando tu íntimo vibrar, tu éxtasis en ti
y aun el ondeo del aire, su densidad indefinible
me aislarían de ti como de una viuda negra
cuyo momento me acaba o me duerme.
¡Qué hermoso amar tras los tejidos
que nos llaman tú o yo, y qué triste!
¡Qué alegría si el séptimo velo cayese,
todas las clepsidras océano y nube-nube
y sin entonces -lo mismo- entrar, vibrar,
desaparecerse!
 

Desierto
Un templo plantado en medio de tiempo o arena
-como el durazno ansía el suelo que lo acaba-
medita la extensión del eterno laberinto
con cielo por techo ilimitado.

Medita el desnudo cordón del que pende,
se tienta la áspera escalinata, el peristilo
de flor ajada sin brizna de vapor en que ayudarse
para pasar por un recién nacido,

y todos los pasillos y recovecos hasta llegar
a la madre, tímido velo,
habitación sagrada que a todo renuncia
-aun a parecer la sola luz que debe
entrar por todas las estancias-.

Olvidaos de los oasis que lo circundan
como de espejismos que no otorgan
ni la sangre ni siquiera el aliento
del vaho sobre los cristales.

Dudaréis de su propio suelo
cuando su mudanza llegue
y, pasajero de nubes,
muera en la ciudad deshabitada.
Nubes de la discordia
No sé si sois pájaros diurnamente turbios
o filas de luciérnagas celebrando la vuelta del esposo
o la vena fría que, cerniéndose sobre ellos, los aplasta contra el
iris.

¡Ah, si todo fuera brisa que ya no encontrará su puño,
invulnerable al sordo compás de las tijeras
al cabo gastadas, cual los ropajes, en gusanos!
¡Ay, talles de la tarde interminable en que el mirar arriba
no concluye cuando no es un anhelo!

Si el sol convoca su alegría como furia
ves sobre los naranjos bandadas o muchedumbres pelear el
mismo aroma,
la sangre que hace yo del nimbo
y del lento estrato tú
colmando el cielo de desmemorias.

En un brillo clavado el cruor y la vez permanente de la sombra,
los colmillos saciados del silencio,
la víctima, descendida a la memoria,
el golpe, el tajo por siempre,
por siempre muerte traspasada.

Y ya que la tierra está colmada de alifafes al ciento por uno
y que el corazón es una mancha casi negra
desfilad, volad si podéis. Y extinguíos.
 

Aprendiz de nube
¿Para qué alzarse de entre basas y mampostas
si existe el continuo avión de la calima?
¡Ay tú tan obstinado en dejar la huella
que no admita ajena pisada,
en tal calle y número, página una de tantas,
párrafo cual y no otro!
Te tenía por tan distinto de mí
que no te creía yo, tú mi espejo mundo,
y te extraño y reconozco como al usado libro del reencuentro
que manejan estas manos que no van siendo mías
yedreando en pos de ti o de mi.
Entre la flama del húmedo jardín de la niñez
despierta de nos el aroma, se levanta
y siempre nunca bastante detrás,
-donde ya no trepa el tallo y se recuerda la hoja-,
la mariposa de col, el jazmín, el geranio,
la granada amorosa de semillas: el paraíso.
¿Para qué la batalla brillante de la almena
si es la sonrisa el foco
tras del final de los días
en que nos negamos y nos leemos?

   
Cuasi nube
Cielomar siempre cantado: tu principio.
Profetisa de oración dudosa, antaño inconfundible techo;
prodigio de hoja que brama y de húmedo caballo;
extraña virtud que, haciéndote cuerpo, te atraviesa y desaparece
en el viento que, sólo por pasar, también se ve
-su golpe o vaivén o caricia
que te solivia y te postra-.

A un caer lo llaman arena, a otro ciudad, a otro gente
-esa marejada más acá del instante que cuelga
de una sola luz que los contrastes acaba-.
Tú cuando aplastas te deshaces,
cuando todo lo mezclas y, en confusa feria,
vives siembra de latidos,
dudas que buscan fino tallo.

Y así, veta de sol en el escampe,
hombre volandero no más de un suspiro
cumpliéndose en su oráculo inconcluso,
retornas emigradamente la vez de otras que como tú
existieron en azul diferente amando
tacto y ausencia que de continuo soplan.
Celeste agua eras, y ya no llueve.
 

Revelación
El mundo devino rueda. La nube no sabría decirlo,
pero lo sabe. Al mirar se espejea la luz
del primer deseo. Creyendo, la tierra será llana,
el cielo un sentir: todo en su puesto
para que llueva la raíz y, hacia adentro,
el fruto piense. El día cae de su andamio y,
desvelado, crece el peldaño del sueño
de nada escapando, reuniéndose en nada;
no hay arriba no querido.

¡Ah, morir en la vigilia sin fondo ni altura,
morir brillando errante tambaleo, querer
matar un suelo en un vaso vacío!

Un amoroso aflorar de trompetas proclama
lo que quiso el pulso, lejos de moradasinmóviles y cruentas. La muerte se sentencia
cuando calla, y no precisa ojos
su presencia. Entre iris e iris, la melodía madura,
el recto camino al volver, la danza del caracol coronando
la roca profunda. Todo consumado: lo dice
el agua que llovemos y nos vive,
el sol que nos vive y que brillamos.
Nube poética

"He visto gente con formas de morir muy difíciles" JORDI HUGDET, cirujano Parece andar a buen paso, doblar
una esquina que deviene otra,
o meditar, como un cayado a manos de su dueño,
que la luz es de lo más inopinado en los ojos,
sometido al rodar de los días y las nubes.

Parécenle las manos un viento, el rostro
el vendaval de un presente pasado
contenido en ese nimbo que apesanta
cumbres no, pisos, azoteas.

Mas cuando va a llover, no se sabe
si es voluta el aire o lo que lo llena
de explosiones que conmueven las cornisas.

Caer, caer: qué aterrador y qué dulce
reventar el juicio de la piedra
medianera entre la nada continua y el paso de la gente
mientras brotan a la vez sangre y agua.

Y no son claveles o amapolas la sentenciosa bonanza,
mas su cirro, el profundo aroma de la noche densa,
el gozne sutil de la carne al respiro,
los siete firmamentos que incansables modulan
así en el cielo como acá en la tierra.
     El regreso
Al cielo se fue,
está en el cielo,
en el alambique
de los misterios,

buscando otra
sed de eterno
por los escalones
leves del sueño.

Volando se fue, volando
sin una brizna de viento,
abriendo un canal muy largo
donde se cumplen los huesos.

Se fue, se fue
casi sin quererlo,
huyéndosele la vida
de los puños a los dedos
con una tupida lluvia
que reivindica otro aliento.

Se hacía cada
vez más espeso,
a inertes pedazos
cayendo, cayendo.

Quería ser niño
haciéndose viejo
mediando la espera
de un solo momento.

Mas ahora está allí
donde ya no hay más tiempo,
de su propïa luz
hacia la luz, ajeno.
 

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